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El sentido del absurdo

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Blurb

Tres indigentes en la calle, son visitados por un burgués y una botella de whisky. Durante la noche el burgués les cuenta una historia que evoluciona de manera imprevista hasta convirtirse en un conjuro imaginario, confabulando demonios ancestrales nunca antes vistos de esta manera.

Como una muñeca rusa, la historia dentro de la historia sale de un sombrero. Paso a paso las palabras y las imágenes van produciendo un estado incomprensible, hasta que un accidente en la madrugada da inicio a un ser imprevisible.

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Una visita inesperada
Ahora que, según se dice por todas partes, el mundo ha cambiado para siempre, para nosotros y nuestros descendientes, el cambio acabará siendo lo único que realmente se comparte. El que veremos aquí, es uno... vertiginoso, que aparte de ser narrado por un personaje inesperado, tres nómadas urbanos lo escuchan, como tratamiento intravenoso, cada uno desde secretos tatuados, que a su manera les acechan. Esos que antes llamaban indigentes, organizaban sus cosas para pasar una noche indecente, en un callejón apartado de esa gran ciudad intransigente, de la que todos somos ausentes, aunque no la hayamos abandonado. Lo presente pasa inadvertido por el vértigo que produce el constante enfrentamiento con lo desconocido. Vivir arrojados nos ha sobrecogido. No sé si soy él o yo, pero, y por eso mismo, debo avanzar antes que la noche me haga parte de lo que entre todos imaginamos, en un callejón abstraído, donde, en forma siniestra, de alguna manera, todos nos hemos curtido, soltando la rima que nos traía de la mano hasta que un accidente golpea nuestros sentidos.  Los que efectivamente hablaban siempre preferían mantener su anonimato, incluso ante ustedes como lectores, pero sobre todo ante el resto de la humanidad como presencia inmanente. El caso es que su vergüenza es imposible de superar, supongo que por eso están en situación de calle. Sobre por qué hay indigentes, nómadas urbanos o gente en situación de calle se puede decir mucho desde diferentes tendencias del pensamiento. Autodestrucción por traumas, problemas psíquicos, falta de ánimo por vivir, inercia de la cultura capitalista, incapacidad de competir con el copioso discurso de los izquierdosos. Para nosotros importa que no creen en sí mismos, y por eso no usan sus nombres. Se hacen llamar uno y otro, de manera que a veces se anuncian como un dueto de payasos ante abastos, supermercados o restaurantes a la espera de cambiar comida por algunas rizas piadosas. Así que Uno y Otro tenían algún tiempo conviviendo juntos, compartiendo sus desdichas e iluminaciones como amigos andariegos. Pero esa noche de alquimia psicológica, por llamarla de alguna manera ni tan técnica ni tan técnica, tenían un acompañante que habían conocido en la tarde. Era un loco que podía comer, mirar, mover cosas si se le ordenaba, y hasta algunas tareas más complejas si se hacían frente a él antes para que pudiera imitarlas. Uno y Otro lo guiaban como tutores o gurúes de la locura en la calle. Eran los salvadores de alguien, eso siempre se siente bien. Cierto orgullo los enaltecía a ver que el catatónico amigo incorporarse a tareas típicas de su forma de vida. Como un entrenador de beisbol se enorgullece del avance de sus jugadores, Uno y Otro instaban y a veces instigaban al tercer indigente a comunicarse, ente lo cual era imposible concebir tanta pasividad de su parte. Parecía no tener remedio, quizá era un estado catatónico, alguna forma de locura que no conocían. Quizá en alguna película habían visto algo parecido pero lo cierto era que lo habían asumido como el tercer indigente ya que, como es evidente, ni ellos mismos sabían su nombre, mucho menos su procedencia. Se conformaban con la absoluta certeza de que era inofensivo.  A la vista de la gente que llamamos común, si es que eso existe, los tres tenían edad cercana. Eran de aspecto bastante similar. Uno levemente más alto, otro de estatura media y el tercero algo encorvado, parecía ser el más bajo de los tres. Otro tenía el cabello un poco más largo pero ambos hirsutos, como corresponde con su condición. Como veremos, los diferenciaba una actitud que puede variar mucho según el origen pero con los mismos detonantes para una depresión continua. Una depresión que nos acontece a todos alguna vez pero que permanece en algunas ocasiones para algunas personas. La depresión es como una suerte de ruleta rusa de la ciudad. Si te da cuando faya la economía puedes verte en situación difícil. Supongo que a eso se refiere la gente cuando dice que alguien se lo están llevando los demonios. En resumen, Uno estaba bastante confundido por asuntos familiares y una gran cantidad de oportunidades que había perdido; Otro era más bien bastante resentido y abandonaba todo esfuerzo asumiendo demasiado pronto se le habían negado todas las oportunidades. Entre ellos manejaban que Uno era el más intelectual, porque había hecho algunos talleres de cine y literatura que nunca terminaba. Otro tenía sus ocurrencias eventuales, pero su complejo de no saber lo llevaba a opinar todo el tiempo, lo que hacía de su ignorancia un espectáculo cándido algunas veces, pero espantoso casi siempre. Ambos habían trabajado en oficinas, tanto del gobierno como de la empresa privada. Acostumbran hablar de sus aventuras: estafas fugases que siempre invirtieron en placeres igual de fugaces; ocultamientos en la provincia para evadir la justicia cuando los habían pilllado en alguna jugada ilegal; coitos furtivos con secretarias y hasta con la hija del jefe en una oportunidad; huidas de malandros armados por hacer malos negocios y relaciones con mujeres insospechadamente atrevidas en los departamentos de administración y relaciones públicas. Repartidas entre uno y otro, estas aventuras eran similares en su condición actual, pero divergían en sus procedencias. Sus familias, clases sociales y zonas de la ciudad eran diferentes. La familia de Uno tenía un departamento en el este de la ciudad, la familia de Otro era de un barrio desgastado por el hastío. De manera que la similitud de sus experiencias los emparentaba a la vista de recién llegados, pero la confusión y el resentimiento siempre estaban cerca de bifurcarse. De manera que, en palabras de Uno, él mismo venía de la clase media, huyendo de una familia acosadora, pujante y ambiciosa; en palabras de Otro, todo el mundo eran seres que lo explotaban. Supongo que así entendía mejor el mundo y justificaba su situación, pero también se asumía la realidad de manera aplastante y radical sin posibilidad de cambios. Una actitud muy razonable para justificar su condición de abandono. Digamos que ante el vértigo de descubrir otros dioses tan poderosos como la razón siempre queda un paranoico y creativo centro del universo, buscando argumentos para justificar la derrota. Sobre el tercer indigente ellos jugaban a especular distintas posibilidades sobre su origen. La posibilidad por la que se inclinaba Uno, era que se había escapado de un centro de salud. La teoría de Otro es que lo habían echado al abandono de su casa por algún problema de salud mental que no quisieron seguir atendiendo. El aspecto del Tercer indigente no ofrecía respuestas por ningún lado. Mientras ordenaban las cosas para compartir un espacio muy apropiado, llegó un hombre muy educado, de un estrato social “superior” por decirlo como es costumbre, pero también extraviado según lo que se notaba claramente. Tenía el rostro de una buena educación bajo el rastro de dos o tres días de una fiesta que no había logrado detener. Extrañados, Uno y Otro preguntaron casi al unísono, quién era y qué quería, a lo que el recién llegado respondió de una vez: - Tengo que decirles algo, porque alguien tiene que oír esto antes de que lo olvide. - ¿Sobre qué? - Sobre la verdad de otra manera, es decir, una que recuerdo yo pero que cambió por completo desde que intervine en los acontecimientos, y ahora no sé cuánto de ella puede ser verdad. Yo invito esta noche. Y sacó de su bolso una botella de costoso Whisky que traía de la fiesta de la cual escapaba. En los ambientes que le había tocado vivir, dijo, casi nunca se podía decir lo que se pensaba, y nunca, pero nunca se podía decir simplemente lo que se sentía. En su ambiente, funcionaba una teatralidad que convertía las relaciones sociales en especies de parches, como lenguajes de programación. En las clases altas la gente suele relacionarse por motivos entretejidos, siempre teniendo que ocultar las verdaderas intenciones, por necesidad de poder y un estatus alto. Además de que ese parece ser el mensaje de las obras de Shakespeare, y el motivo de la aversión a la burguesía por parte de gran parte de su propia descendencia, sobre todo, la descendencia que estudia en las universidades, se ha convertido en un lugar común algo desconfiable. La gente como el Uno y Otro, que aquí tenemos constituyen la clase social más capaz de hacer tales observaciones, aunque en muy pocos casos comprenden lo que les sucede. Se puede dudar de ese lugar común cuando al pensarlo un poco descubrimos que en todas las clases hay banalidad, intereses y transgresiones de la consciencia. Se puede cuestionar cualquier cosa establecida y sobre establecida por especulaciones sociológicas y económicas.  Podemos asumir que la burguesía sea hipócrita y banal, que la clase media sea superficial y sometida a la moda, y el pueblo conformista. Pero es difícil dudar de que la gente echada a la calle, lejos de ningún compromiso social económico es la única clase social propiamente dicha, con tiempo para observar detalles como estos, cuando se dan situaciones como esta. Si no fuera porque olvidan fácilmente cuando se produce la comunión inesperada con un burgués en la madrugada, que conlleva un poco de placer acostumbrado. Aunque si lo pensamos un poco, quizá eso suceda en todas las clases sociales, y una simple reunión sea motivo para integrarse un rato a lo que es la humanidad. Emocionados al ver la botella que el burgués sacaba de un bolso de cuero y liberados por lo que acababa de decir el visitante sobre la verdad de otra manera, Uno y Otro se miraron entre sí: - Hágale parcero, cuéntelo todo. - Fíjense. En general, lo distante es atractivo, lo extraño es interesante y lo que no sabemos es importante cuando se ha resuelto lo necesario. El conocimiento del arte, de la historia, del universo y de los átomos, accesible para todos como nunca antes gracias a internet, sirve para salvarnos del aburrimiento y nos resulta atractivo, interesante e importante. Si no tenemos hambre y otras necesidades podemos sentarnos a pensar sobre cualquier cosa como si fuera un pasatiempo. Así que todo comenzó en esa fiesta convocada en un gran y opulento salón, lleno de gente que recientemente había conseguido todo lo necesario por esa lotería que suele ser la política para tanta gente. Con sentido de oportunidad y una emoción por el poder todo puede cambiar repentinamente, y así había sido para más de uno en esos ambientes. La cuestión es que para ser y estar cerca del poder hay que parecer que uno sabe cosas. A nadie le gusta ser ignorante, y como eso requiere trabajo, lo mejor es no parecerlo y tener gente alrededor que asienta cuando lo disponemos. Por más dinero que se tenga hay que acercarse al arte. Y para eso se necesitan algunos conocimientos, pero la mayoría producen rechazo de eso. Es decir, que el conocimiento suele alejarse del poder y al mismo tiempo lo necesita. Así que los que estaban en esa fiesta sólo saben la importancia de lo distante para disfrazar su ignorancia. Tentado a llamar la atención, Otro agregó: -          Suena como una reunión de políticos y millonarios. Faltan las farc, lo epl, eln, loa paracos los y todas esas siglas en letras. Uno lo suspende: -          Eso es precisamente lo que no queremos oír aquí. Mejor sería el jpg o el html. -          Sí, jodidos por guevones. Y el otro sería: hijos del temor por los militares! – insiste Otro, sin efecto en sus acompañantes. -          Esas son las cosas que no quisiéramos oír aquí. ¿No te parece? -          Serás tú, que te vienen a buscar a veces en carro. Yo tengo que estar enterado de todo, soy de la clase más baja. -      Epl, farc, html, jpg. Mucha gente está muy enterada de eso y todo sigue igual. Y, como si le hubieran batido en la cara una bandera de cuadros negros y blancos, el recién llegado arrancó. - Lo cierto es que a mí me habían invitado porque no dejaban de interesarse por lo atractivo para parecer importantes. - Exacto, suena muy interesante pero se oye extraño – respondió Uno riendo. Otro dijo intentando producir empatía: - Ja, este pana se lució, con eso que dijo, y tú con eso que dijiste. Ya veo que la cosa es un bandereo, pero se deja colar, regáleme un trago si es tan amable.     El tercer indigente, misterioso y retraído se mantuvo callado, sólo mirando al recién llegado que continuó: - Me explico mejor. Para ellos yo era una célebre personalidad de la ciencia por mis descubrimientos sobre el universo, aunque en realidad solo continúo a mí manera la labor de gente como el Artur Clark o Isaac Asimov que ustedes deben haber leído aquí, en esta realidad, de convertir la física en una novela, y más con este asunto sobre los multiversos. Porque cada historia que se puede contar completa, cuando la imaginamos, es el mejor acercamiento que podemos hacer a un universo paralelo. Lo cierto es que, propios o no, descubrimientos e investigaciones me convirtieron en una especie de adorno que simboliza algo que poca gente entiende y que se supone que sea extraordinario. A pesar de lo espantoso que suelen ser las personas en torno al poder, ese zoológico era muy interesante para mí. - Ese es el término que define a estos revolucionarios – dijo Uno - Aunque yo creía en la revolución – agregó Otro, pero cuando se inspiraba para continuar Uno volvió a interrumpirlo- ... - No vengas con esa melancolía otra vez, que por eso estás aquí, no por los revolucionarios. Todos tenemos defectos, así que no te preocupes por eso, ya se te pasará. Deja que continúe – a lo que el burgués recién llegado acató como si saliera de los talleres donde atienden los carros en plena carrera de fórmula uno. - Eran ignorantes de ambos bandos, unos hablando de revolución y otros de sus propiedades. Habían de todos los sectores intermedios entre esos extremos. Recuerdo que ese colorido teatro de aspiraciones se desplegaba ante mí como una constelación de estrellas en realidad virtual, aspirando prebendas… - ¡Aspirando perico será! - dijo Otro haciendo esa asociación que viene tan a cuento y además lo caracterizaba.   Uno le responde sin contenerse tampoco. - Es que tú crees que eres el único, ¿para qué otra cosa va a ganar plata un burgués? – y asumiendo la potestad de su investidura continúa este por la inercia de su relato. - Hay muchas formas de perversiones que puede practicar un burgués. Pero eso ya es típico, a mí me interesaba esa gente buscando relaciones, intentando decir cosas agudas para producir admiración frente de sus grupos de seguidores. Algunos querían parecer, incluso sentirse como revolucionarios, acercándose a los que pudieran ser auténticos para recomponer su imagen pública. Todo eso podía servirme para hacer descubrimientos que cambiarían la historia, o cuando menos mi forma de contarla. - Es muy interesante, pero hablas muy raro, como si estuvieras inventando la historia ahora mismo – dijo Uno. - Se está desahogando y le sale bien, déjalo hablar – dijo Otro para seguir el mismo juego de su amigo, agarrando la botella nuevamente, esta vez sin antes pedirla. El recién llegado continuó. - Ante todo cambio mucha gente teme, sobre todo la gente que no ha deseado lo que se le ofrece sin detenerse a buscar en sueños algo que los reconstruya. No sabrían cómo obtener nada si lo pierden, me refiero al poder, ese mismo poder que ustedes rechazan. Así que no se puede llamar gente a quien no ha deseado nada, pero tampoco se puede llamar gente a los que lo obtienen sin ingenio alguno. Es posible que, alternando entre el temor, el amor y el placer la gente que deja de conformarse se convierta en algo que no se puede medir, sino con intuiciones. Creando algo, así sea como esto, que se mezcla con nuestros sueños, entre el pasado y el presente se reconstruye el universo en una sensación que apunta hacia el futuro. Algunos líderes ofrecen amparo ante la incertidumbre, luego el poder los transforma. Nadie le dice que no al poder, esa es la primera trampa. - Aja, ese es Chávez. Se mezcló con los sueños de mucha gente, y después el poder se le convirtió en un cáncer – agrega Uno mostrando cada vez más agudeza. Ante lo cual, el recién llegado continúa como si esa sentencia fuera un impulso. - Pero eso es parte de la reflexión que cada quien hace por su cuenta, o debería. Porque apoyar a alguien poderoso distrae de desarrollar otras cualidades. Lo cierto es que quien desea algo quiere un cambio y quien ya lo ha vivido prefiere evitarlo, siendo ese cambio tan inevitable que terminamos todos en un acuerdo común por no reconocerlo. Muy poca gente se acostumbra al cambio después del poder, pero resulta un trabajo totalmente imaginario descubrir a quien se acostumbra a los cambios antes del poder. En esa fiesta, tanto los que luchan por él poder como los que lo evitan, estaban a la espera de un acontecimiento que podía cambiar todo, algunos para incentivarlo, otros para evitarlo. Tanto para unos como para otros, la sociedad cambia si uno la observa el tiempo suficiente, solo por observarla. Eso fue lo que descubrí, si sueñas mientras la observas la realidad cambia. - Osea, ¿que si yo me imagino una casa cómoda todos los días, puedo acabar viviendo en una? Ja, vaya tontería – dice Otro sin efecto en sus interlocutores. Apatía Ante lo cual, con el tinte de whisky comenzando a impregnar sus palabras, agrega buscando sumarse al juego: - Ya me imagino esa fiesta. Cada quien pendiente de comer y beber sin que nadie se de cuenta...-  Uno le refutó antes de que pudiera terminar: - Yo creo que esa gente que él dice aspiran cosas que los van a satisfacer nunca.  Otro discrepó: - Claro que satisfacen, aunque no haya estudiado sé mucho de la diferencia entre el d***o y la consciencia, creo que por eso estoy aquí. Nunca se sabe lo que va a pasar cuando dos bandos se disputan el poder y uno está en medio de los dos deseando lo que ellos tienen, o más bien, sí se sabe, que uno va a salir j****o. Pero qué carajo, todos esos millonarios son unas mierdas precisamente porque uno desea lo que tienen y ellos lo saben conservar. - En todas las culturas ha sido así – replica Uno - No sabía que eras antropólogo – apela Otro con un sarcasmo ante el cual Uno no se amilana y todos quedamos enrumbados hacia la noche, desde sus comienzos, cuando todavía se oyen vehículos, comercios y los avisos luminosos aun compiten ante nuestra mirada con las luces de los departamentos.      

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